Si
entendemos que el aprendizaje solo se produce desde el interés y la
voluntariedad de las personas, ahondando un poco más nos
daremos cuenta que el aprendizaje está íntimamente relacionado con
lo que sentimos y con nuestras emociones.
Se
hace necesario por ello que el docente, en esa actitud de escucha en
la que da el papel principal al alumnado, esté pendiente del aspecto
emocional que subyace en los entresijos de la convivencia del aula
para guiar a los niños y niñas en el desarrollo de su autonomía emocional.
Docentes
muy experimentados en el trabajo por proyectos dedican libros
completos a este tema y a orientar al profesorado en la detección e
interpretación de emociones detrás del comportamiento diario del
alumnado, porque es en ese saber hacer como se puede ayudar al niño/a
en la construcción de su identidad y esta es la puerta del resto de los aprendizajes.
Os
invitamos a leer, para profundizar en este tema, Atando sentimientos con palabras (2006) de Cristóbal Gómez Mayorga
o El
piso de abajo de la escuela: los afectos y las emociones en el día a
día de la escuela infantil
(2002), de Carmen Díez Navarro.